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Poema para una odisea

  • Juan Soler
  • 17 sept 2008
  • 2 Min. de lectura

I

A tu isla,

Tu remota isla,

Se aproximan

Emboscados cantos de sirenas:

Luces de neón y simétricos muros.

Promesas de abundancia.

Retórica del hambre.

La tierra, a tus pies

Se repliega

Y reclama su valor ante tus ojos.

Atento a la voz que solicita el tránsito,

Sólo el mar en su vasta soledad

Está presente.

Ante ti, la materia:

El hierro fraguado de los sueños.

Tras de ti, lo intangible:

El conocido hedor de la vigilia.

El mar y tú.

Doble o nada,

O nada,

Nada…

II

Un viento remoto

Conjura las ideas

Con visiones prestadas;

Aproxima los ecos

A lomos del suroeste

Y vierte en sus orillas

El reclamo de un sueño.

Asienta el limo fértil

Que guía con débil pulso

A un corazón tenaz:

Gobierno de unos pies

Que ya caminan lejos.

III

Para tomar impulso

Has convocado al orgullo,

Inhábil consejero,

Y tapiado cada palmo

De África a tus espaldas.

Has debatido con Ábrego

Mirándole a los ojos

Y engrasado la nave

Con arrojado cálculo.

Duerme fuera esta noche,

Al enojo del tiempo

Y presta tus oídos

Al roce de las olas;

Que al abrigo,

Tal vez, revoque tu deseo.

IV

Sorprendido por el eco de la voz que se aleja

Aguardaba el impacto

De fábrica inminente.

El flamante sosiego impuesto a la rutina

Activó una ventura

De porvenir dudoso.

Recobró la cordura de preterida práctica

Y dispuso la nave

Con el viento de cara.

Sintió nuevamente el aguijón de acero,

Expandiendo el vacio

Hallado en otras horas.

Esperó la invectiva perfilando la réplica,

Mas su voz no acalló

El fragor de las olas.

El primer resplandor que arrojó la alborada

Despojó de ataduras

El talle del noray.

V

La abandonó obsequiándole

Una sonrisa en brumas

Que frenó, a duras penas,

El brote de las lágrimas.

Sus ojos ya no estaban

Presentes en la alcoba.

Ella, cuadró el papel

Que suponía propicio

Y ahogó el recuerdo frío

Que aventuraba el hecho.

En el haz de la mano

Retuvo las migajas

Robadas a la noche.

Él, descordó el amarre

Que retenía a la nave.

Ella, extendió la mano

Y observó cómo el aire

Aventaba las cenizas

De un pasado irretornable.

VI

Extenuado, el titán

Dormita sin conocer

El fin de la contienda.

La turbada memoria

Reduce sus anhelos

A un canto monocorde.

Uncido a la impotencia,

Soporta con la duda

Su preterido arrojo.

Ni el recuerdo se acerca

A entibiar los rigores

Que amontona su alma.

Continua...


 
 
 

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