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Juan Soler. Pinturas y esculturas

  • Lázaro García Sánchez.
  • 8 nov 2000
  • 3 Min. de lectura

Todo hombre lleva un niño en su memoria, un paisaje.

Para acercarse a la obra de Juan Soler habría que adentrarse en una infancia transcurrida entre las grandes extensiones de la campiña gaditana y los mares del Estrecho de Gibraltar.Tierras de toros bravos, de grandes humedales, de amplios y verdes campos, que se juntan en el horizonte con los azules del cielo y del mar. La obra que se nos presenta hoy, pertenece a un período de madurez, en el que la pintura figurativa se encuentra a caballo entre el impresionismo y el expresionismo, para definir así un estilo personal del tratamiento de las técnicas pictóricas , usando pinceladas sueltas y trazos enérgicos con colores que se despliegan en un amplio abanico de gamas frías de tonos verdes, azules y blancos. Son los colores de las tierras de Cádiz, de su luz y de sus paisajes. Imágenes que se resuelven en un gesto, en una huella que va construyendo vaporosas extensiones sobre el plano y que parecen desvanecerse ante el acercamiento del espectador, dando una sensación etérea e intangible como son los propios recuerdos.

En la escultura como en la pintura persiste el empleo de técnicas artísticas tradicionales. Si el paisaje abarca la mayor parte de la obra pictórica, cuando nos ocupamos de la escultura, nos encontramos ante una obra de carácter antropomórfico, trabajada generalmente en bronce. El autor interviene directamente sobre la materia para mostrar el espacio del interior de la figura, vacío que se va construyendo a base de planos irregulares en los que la forma femenina protagoniza el papel principal de la obra. El espacio rodea a la materia, la erosiona para penetrar en ella y atravesarla. La va devorando lentamente hasta descomponerla, como si se tratase de auténtica materia orgánica. Es este momento el que capta el autor para delimitar la frontera entre el ser y el no ser, lo efímero. Esta concepción existencialista del arte la vemos repetida en sus pinturas y dibujos como denominador común, al que hay que añadir, la pasión por la interpretación de la figura humana.

Para concluir, podríamos recurrir a un poema de su paisano Rafael Alberti, que definiría muy bien estas esculturas:

Amada de metal fino

de los mas finos cristales.

-¿Quien la despertará?

- El aire, sólo el aire.

Lázaro García Sánchez.

Every man carries a child in his memory, a landscape.

To get closer to Juan Soler's work, one would have to go into a childhood between the great expanses of the Cádiz countryside and the seas of the Strait of Gibraltar, with bulls, large wetlands, wide and green fields, which meet in the horizon with the blues of the sky and the sea. The work that is presented to us today, belongs to a period of maturity, in which figurative painting lies between impressionism and expressionism, to define a personal style of the treatment of pictorial techniques, using loose strokes and strokes. energetic with colors that unfold in a wide range of cold ranges of green, blue and white tones. They are the colors of the lands of Cádiz, its light and its landscapes. Images that are resolved in a gesture, in a footprint that is building vaporous extensions on the plane and that seem to fade before the viewer's approach, giving an ethereal and intangible feeling such as the memories themselves. In sculpture and painting, the use of traditional artistic techniques persists. If the landscape covers most of the pictorial work, when we deal with sculpture, we are faced with a work of anthropomorphic character, usually worked in bronze. The author intervenes directly on the subject to show the space inside the figure, a void that is built based on irregular planes in which the female form stars in the main role of the work. Space surrounds matter, erodes it to penetrate and pass through it. It is slowly devouring it until it decomposes, as if it were authentic organic matter. It is this moment that captures the author to delimit the border between being and non-being, the ephemeral. We see this existentialist conception of art repeated in his paintings and drawings as a common denominator, to which we must add, the passion for the interpretation of the human figure. To conclude, we could resort to a poem by his countryman Rafael Alberti, who would define these sculptures very well:

Beloved of fine metal

of the finest crystals.

-Who will wake her up?

- The air, only the air.

Lázaro García Sánchez.


 
 
 

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